En las cuevas del suroeste de Alemania, Nicholas J. Conard, de la Universidad de Tubinga, tras unas fructíferas excavaciones se enfrentó a la detallada descripción e identificación de grandes tesoros artísticos del Auriñaciense, los hallazgos de varias flautas se suman a la cada vez más amplia colección de instrumentos musicales, estatuillas y herramientas que han dado estos yacimientos. Las flautas aparecidas, son las evidencias convincentes más antiguas, (anteriores a hace 30.000 años).
Funciones sociales. La cantidad de fragmentos y pequeñas piezas de instrumentos encontradas en la zona junto con restos de animales y herramientas, dan cuenta de lo extendida que estaba la práctica musical de las funciones sociales diversas. Al tratarse de una tradición ya arraigada hace 35.000 años, los arqueólogos concluyen que la música, como parte de otras expresiones artísticas y simbólicas de la época, contribuyó al mantenimiento de redes sociales más grandes y a la expansión territorial y demográfica de los humanos. Las flautas son una reliquia típica de ese periodo, pero una de ellas es la que se distingue de las demás, está hecha con el radio de un buitre leonado, ha sido reconstruida casi al completo a partir de 12 fragmentos; es hasta ahora, la reconstrucción más completa de las flautas halladas en estas cuevas, cuyas piezas suelen estar sueltas y sin conexión con otras. La flauta reconstruida mide 21,8 centímetros de largo y unos 8 milímetros de diámetro; en ella se identifican cinco orificios para colocar los dedos sobre ellos, así como dos hendiduras en forma de «V» en el extremo superior del tubo, por donde los músicos probablemente soplaban, la otra punta de la flauta, el extremo inferior, permanece rota por la mitad del quinto agujero.
La estatua, de finales del siglo XII o comienzos del XIII, ejercía de guardián simbólico a la entrada de un antiguo hospital de la zona de Angkor Lo Que Nunca Viste