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02:54 min.
13/Abr/2012
Lo Que Nunca Viste

Tepoztecatl.

El místico cerro.

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En el estado de Morelos, se encuentra la imponente silueta del místico cerro del Tepozteco. Este lugar es un sitio, en donde intelectuales, esotéricos, ufólogos, pintores, escritores, intelectuales, indigenistas, turistas mexicanos y de otras varias naciones, encuentran una atmósfera multifacética y rica, en donde la influencia prehispánica, los riqueza arquitectónica colonial, y el ambiente cosmopolita y altamente cultural que impregna el pueblecillo, lo tornan irresistible y mágico en grado sumo.
El cerro del Tepozteco, corona el cinturón de formaciones rocosas de la zona, guarda muchas historias, anécdotas y leyendas desde los tiempos de silvestre sortilegio de los antiguos mexicanos.
Uno de esos relatos cuenta acerca de una doncella que acostumbraba bañarse en una barranca del lugar, en aquel sitio se decía que a las doncellas “les llegaban aires”, y tal fue el caso de esta joven que pronto quedó encinta. La familia avergonzada y furiosa, hizo varios intentos por deshacerse del recién nacido, en una ocasión lo arrojaron desde las alturas contra unas rocas, sin embargo los vientos lo hicieron levitar suavemente hasta una llanura cercana; en otra oportunidad, fue abandonado en una zona de magueyes, pero en un instante las pencas se inclinaron hasta llegar a sus labios demandantes de niño, para dejarle beber el dulce aguamiel. En otra tentativa, fue puesto al alcance de las hormigas gigantes, mas éstas bestias, lejos de picarlo, se dedicaron a alimentarlo solícitamente.
Un matrimonio de ancianos, descubrió al bebé, y lo adoptó; este infante milagroso se trataba de Tepoztécatl, el gran patrono del pueblo de Tepoztlán.
Próxima a la casa de Tepoztécatl habitaba Mazacuatl, una temida serpiente, a la que la gente del lugar daba de comer por medio de ofrenda humana a los ancianos.
Los señores del pueblo anunciaron al viejo que adoptó a Tepoztécatl que debía ser sacrificado a esta monstruosa serpiente, Tepoztécatl decidió aventurarse sacrificio en lugar de su anciano padre a fin de salvarle la vida. Se dirigió a Xochicalco, y en su ruta fue juntando aiztli, es decir fragmentos filosos de obsidiana, que iba depositando en su mochila; al arribar a Xochicalco se expuso ante Mazacuatl, el ofidio coloso, lo engulló sin demora, poco después, en el interior del estómago de Mazacuatl, el gran Tepoztécatl usó todos los aiztli, para desgarrar las entrañas de la horrida bestia.
Mientras volvía al hogar, se encontró con una fiesta en la que hacían sonar el teponaxtli, tambores prehispánicos, y chirimías, flautas folklóricas. Tepoztécatl anheló tocar estos instrumentos y, al serle vedado, diseminó una tormenta que arrojó arena y guijarros a los ojos de todos, en el momento en el que pudieron reaccionar los celebrantes, el niño se había esfumado con los instrumentos: se oía a los lejos el sonido de ambos.
El niño divino arribó por fin a Tepoztlán y se hizo de los cerros más altos, se colocó sobre el cerro Ehecatépetl; Tepoztécatl gozó de amplia consideración en su pueblo natal y fue designado Señor de Tepoztlán y sacerdote del ídolo Ometochtli. Pero años después desapareció, no se sabe si murió o se fue a otra parte, pero hay quienes dicen que se fue a vivir junto a la pirámide, para siempre.
Sólo los más tenaces y resistentes viajeros logran subir allí, para ver el milagro absoluto del mundo en el espectáculo grandioso de la lejanía y el horizonte jubiloso ondulando al compás de teponaxtles y chirimías con acordes de silencios y enigmas.
Fecha
13/Abr/2012
Etiquetas
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