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04:35 min.
06/Ago/2012
Lo Que Nunca Viste

La medicina en Egipto.

Curar enfermedades en el antiguo Egipto.

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Las enfermedades acechaban a los habitantes del Egipto faraónico desde la primera infancia, cuya esperanza de vida era de unos treinta y nueve años para los hombres y de treinta y cinco para las mujeres.
Los textos de los papiros médicos, ofrecían un compendio de recetas o prescripciones para todo tipo de dolencias.

Las causas de la enfermedad.

Hay muchas referencias a taponamientos u obstrucciones de metu (conductos), según los papiros médicos, a causa de torsiones o rigideces; otras veces se describe la disminución de su número, asociada a la vejez; todo ello impedía o entorpecía el paso del «soplo vital», verdadero alimento para los hombres y los dioses: «En cuanto al aliento que entra en la nariz, en el corazón y en los pulmones, son ellos los que lo dan al cuerpo entero», dice el Papiro Ebers.
La enfermedad implicaba la ocupación del cuerpo por seres extraños, seres demoníacos que perturbaban la salud al inocular su aliento envenenado el cuerpo o en el espíritu del ser humano, figuraban los ujedu, que surgían de los aaa, líquidos malignos y pestilentes, y se manifestaban como gusanos; el Papiro Ebers ofrece un remedio «para matar a los ujedu y echar los líquidos de un muerto o de una muerta que está en el interior del cuerpo de un hombre o de una mujer». Otros espíritus, como los setet, debían ser expulsados antes de acabar con ellos, pues si perecían dentro del cuerpo podían causar males aún mayores.
A veces, la propia sangre podía tener un comportamiento destructor, similar a los elementos referidos, cuando era contaminada por vientos que entraban en el interior del cuerpo y la trasmutaban en algo maligno, en este caso, la sangre no cumplía con su función de unir los elementos vitales del organismo, lo que daba lugar a la enfermedad.

El centro del ser humano.
En El libro de los secretos del médico, párrafo con que se inicia el Tratado del corazón, en un intento muy logrado de describir las funciones o fisiología del corazón, adornado con un lenguaje poético: el corazón «habla» a través de los latidos en los puntos extremos del cuerpo; sólo la habilidad del médico sabe buscarlos en los pulsos, mediante la palpación con sus dedos. Según el texto, la fuente de vida es el corazón, donde tienen su sede la conciencia, los sentimientos, el pensamiento, las emociones y la rectitud.
Los médicos egipcios no tenían conocimientos avanzados de fisiología y anatomía. La observación de la descomposición de los cadáveres, junto con su experiencia en accidentes laborales y heridas militares, les permitió dar nombre a diferentes huesos (cráneo, vértebras, costillas, mandíbula, clavícula) y vísceras, pese a que nunca intuyeron la función de la mayoría de ellas.
Los embalsamadores demostraron su pericia en el arte de la disección, se interesaron poco por las relaciones entre los distintos órganos, comprendieron que el hígado, el estómago, los intestinos y los pulmones eran tan indispensables que había que conservarlos para vivir en el Más Allá, por lo que se depositaban en los vasos canopes. En la época ptolemaica, Herófilo de Calcedonia, entre los siglos IV y III a.C., obtuvo autorización para diseccionar cadáveres e incluso practicar vivisecciones en reos, según refiere Celso en el proemio a De medicina (23-24).

Recetas y conjuros.
Uno de los pilares en los que se asentaba la noción de enfermedad y curación en Egipto era el mito, algunos dioses se ocupaban de un órgano concreto, el remedio se imploraba mediante rezos y cánticos, y la súplica del médico ante la divinidad constituía el preámbulo de un tratamiento. A veces, el sanador buscaba la protección de la magia para esquivar el mal y la contaminación de los efluvios nefastos
El médico, recurría a la ciencia y le añadía elementos rituales desde invocaciones mágicas hasta el empleo de talismanes o amuletos para lograr la curación, convivían sin estridencias el tratamiento farmacológico con el rito y la plegaria mágica, complementándose mutuamente.
El médico era experto en la preparación de drogas, para lo que empleaba sustancias de procedencia variopinta que la tradición había consagrado por su eficacia, y las dosificaba de forma muy precisa.

Médicos y magos.
No sabemos con certeza si existían escuelas de medicina, aunque lo más probable es que los conocimientos se transmitieran de padre a hijo, como en el resto de los oficios. Instituciones como la Casa de la Vida (Per Ankh), normalmente anexa a un templo o a palacio, pudieron servir como lugar de perfeccionamiento del saber médico.
Existía la especialización, según dejó constancia Heródoto: «La medicina se distribuye en Egipto de esta manera: cada médico trata una sola enfermedad, no varias»; no era extraño que un mismo profesional acaparase dos o más especialidades distintas, sin relación aparente entre sí.
Estando la magia íntimamente relacionada con la medicina, la presencia del mago era habitual; los sacerdotes del dios Heka y la diosa Selkis, por ejemplo, intervenían en las picaduras de arácnidos o escorpiones y mordeduras de serpiente.
Conscientes de los remedios materiales y espirituales a su alcance, y del carácter de cada dolencia, los médicos egipcios contemplaban tres posibilidades en su diagnóstico: «Una enfermedad que yo trataré», en aquellos casos en que se preveía la curación de la persona enferma; «una enfermedad contra la que lucharé», es decir, un caso grave en el que el resultado del tratamiento se adivinaba incierto, y «una enfermedad con la que nada se puede hacer», en el caso de un desenlace fatal.
Fecha
06/Ago/2012
Etiquetas
medicina Egipto textos Papiro Ebers medicos obstrucciones sangre espiritus rezos cánticos invocaciones talismanes drogas
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