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07/May/2015
Las cuevas de Mogao, la joya budista de China
Lo Que Nunca Viste
En 1907, el británico Aurel Stein descubrió en las cuevas budistas de Mogao un tesoro formado por miles de manuscritos y pinturas.
A finales del siglo XIX, numerosos exploradores europeos se adentraron en Asia Central siguiendo el rastro de la antigua Ruta de la Seda. Hombres como el sueco Sven Hedin exploraron los desiertos de Gobi y Taklamakán y hallaron restos de antiguas ciudades, estatuillas, monedas y manuscritos escritos en lenguas diversas, como el sánscrito, el chino o el tibetano.
Uno de estos exploradores fue Aurel Stein, un erudito británico de origen húngaro que en 1888, cuando tenía 26 años, se instaló en Lahore (actual Pakistán) para estudiar la literatura sánscrita. Entre 1899 y 1915, Stein realizó tres expediciones por China occidental siguiendo el rastro de la antigua ruta caravanera. Fue a la vuelta del primero de estos viajes cuando oyó hablar de unas cuevas budistas de gran belleza y que ocultaban en su interior un increíble tesoro en manuscritos antiguos. El lugar se llamaba Mogao o Mogaoku, «cuevas incomparables», aunque popularmente era conocido como las cuevas de los Mil Budas. El explorador decidió que se dirigiría allí en su nuevo viaje.
Mogao, en la actual provincia china de Sinkiang, está situado a 19 kilómetros de Dunhuang, un antiguo oasis de la Ruta de la Seda. En el año 366, un monje budista llamado Yuezun tuvo allí una visión mística de mil budas de oro que brillaban sobre un desfiladero y a continuación excavó una pequeña celda de meditación. Siguiendo su ejemplo, hasta el siglo XIV muchos otros monjes fueron excavando grutas a lo largo de aquel risco, de kilómetro y medio de longitud y unos 30 metros de altura. En total, se horadaron casi 800 cuevas, que fueron adornándose con numerosas esculturas y espléndidas pinturas murales.
Los textos secretos
La caravana de Stein estaba formada por porteadores, guías locales y 25 camellos cargados de hielo para tener agua en el desierto. Cuando en marzo de 1907 Stein llegó a Mogao, se encontró a Wang Yuaniu, un sacerdote taoísta que había recalado allí unos años antes y se había erigido en «guardián» de los santuarios. El viajero europeo se enteró de que unos años antes Wang había dado por casualidad con una puerta mientras sus obreros despejaban la arena frente a una cueva. Al entrar por esa abertura, Wang vio una estancia llena de documentos, manuscritos, banderas, estatuas y otros objetos. Se apresuró a advertir a las autoridades, pero éstas le dieron la orden de volver a sellar la cueva con todo su contenido.
Stein puso todo su empeño en ganarse la confianza
de Wang para que le enseñase los legajos ocultos en la cueva sellada, conocida hoy como cueva 17. Le habló a Wang de su admiración por Xuanzang, un monje budista del siglo VII que había traducido al chino muchos textos sagrados sobre Buda; cuando Wang le dejó ver un fajo de manuscritos y resultó que éstos eran de Xuanzang, el monje lo consideró una señal divina y permitió a Stein entrar en la cueva.
En su libro Ruinas de la China desierta, Stein cuenta su impresión al penetrar en la gruta: «La vista de la pequeña habitación me dejó con los ojos abiertos. Apilados sin ningún orden aparecieron a la tenue luz de la pequeña lámpara del monje una sólida masa de fajos de manuscritos que se elevaban casi diez pies», unos tres metros.
Stein examinó un par de aquellos viejos legajos y enseguida se dio cuenta de su extraordinario valor, tanto por su contenido como por su antigüedad, además de que se hallaban en un excelente estado de conservación. Estudiarlos in situ le hubiese llevado años, por lo que persuadió a Wang de que le permitiera llevarse algunos de ellos, a cambio de plata por valor de 130 libras esterlinas. Stein llenó 24 maletas con manuscritos y otras cinco con pinturas y reliquias y, con una comitiva de siete camellos cargados a rebosar, emprendió el regreso a Lahore. El viaje fue tan duro como la ida, hasta el punto de que en la cordillera de Kunlun Stein sufrió una severa congelación y tuvieron que amputarle todos los dedos del pie derecho.
El saqueo de China
Se calcula que en la cueva 17 de Mogao había unos 50.000 manuscritos. Stein se llevó unos 7.000 textos completos, más otros 6.000 fragmentos. La mayoría eran traducciones de textos budistas al chino, entre ellas el Sutra del Diamante, considerado el libro impreso más antiguo que se conoce. También había textos en sánscrito y tibetano, y una gran cantidad de pinturas sobre papel y seda. Más tarde llegaron otros estudiosos europeos, como el francés Paul Pelliot, que se llevaron a su vez la mayor parte de los fondos de la cueva, hasta un 80 por ciento, según se calcula hoy día.
Este saqueo así es calificado en China se extendió pronto a las demás riquezas artísticas de Mogao. Por ejemplo, en 1924 Langdon Warner, un historiador del arte norteamericano, extrajo fragmentos de una docena de murales y se llevó valiosas esculturas. A partir de 1930, las leyes chinas se endurecieron, aunque sólo en años recientes se han puesto en marcha programas para proteger el extraordinario patrimonio de Mogao, formado por miles de manuscritos, 46.000 metros cuadrados de pinturas murales y más de 2.000 esculturas.
Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/
Fecha |
07/May/2015
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Etiquetas |
Mogao China cuevas
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