Uno de los edificios de planta octogonal más antiguos que se conservan es la llamada Torre de los Vientos, una singular y bella edificación situada en el ágora romana de Atenas, justo a los pies de la Acrópolis. Esta curiosa torre data de mediados del siglo I a.C., y fue construida por el arquitecto macedonio Andronikos de Khyrros. La torre, de unos 12 metros de altura y ocho de diámetro, está realizada en mármol pentélico, y en cada uno de los lados de su octógono que están orientados a los puntos cardinales y los intermedios aparecen representados, una a una, las divinidades griegas de los vientos: Bóreas, Apeliotes, Euro, Noto, Cecias, Lipso, Escirón y Céfiro. Esta peculiar «rosa de los vientos» pétrea estaba coronada por una cúpula de madera, rematada con una pequeña escultura de bronce que cumplía las funciones de veleta y que señalaba en todo momento qué viento era el que estaba soplando. Casi todas las fuentes de la época lo citan como un horologion, un sofisticado artefacto destinado a medir el tiempo de distintos modos. Aún hoy pueden contemplarse en algunos de sus lados, y justo debajo de las representaciones de cada dios del viento, varillas metálicas y surcos grabados en el mármol que servían para calcular la hora y también la posición de los planetas. En el interior de la torre existía un complejo reloj de agua mediante el que era posible realizar los cálculos durante la noche y en los días nublados.
El mundo renacentista fue tan bello como brutal. Asesinatos y conjuras estaban a la orden del día. Y el veneno se convirtió en el arma más sofisticada. Lo Que Nunca Viste
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