El duelo en el siglo XVII

En las primeras décadas del siglo XVII los duelos fueron habituales en Francia y en el resto de Europa, pero todos los contemporáneos coinciden en que Francia vivió una auténtica fiebre por los duelos.
Existían muchos tipos de duelo, podían ser resultado de un encuentro accidental y no tenían mayor preparación y otros más que de un duelo, era un asesinato a sangre fría.
Los duelos se ajustaban a una serie de ritos, desafío en un caso de ofensa a la honra, el ofendido podía retar al ofensor a un duelo de palabra o de forma más brutal, dándole una bofetada, desafío por escrito, mediante cartas.
Los duelistas combatían en camisa, dejando el torso expuesto a la espada del rival, estaba prohibido, usar armaduras, se rechazaban las armas de fuego, el arma preferida era la espada, en cualquiera de sus múltiples variantes, aunque la más apreciada era la rapière o espada ropera, la más mortífera, pero no causaba mutilaciones ni desfiguraba el rostro del rival.
El duelo se desarrollaba generalmente a pie, aunque a veces también podía ser a caballo.
En los duelos del siglo XVII la figura de los testigos o padrinos era importante, no solo se limitaban a acompañar a los duelistas y vigilar que se respetaran las reglas, sino que también se batían entre sí, cuando un segundo vencía a su rival podía acudir en ayuda del duelista al que acompañaba, aunque entonces fueran dos contra uno.
Los duelistas podían darse por satisfechos en el momento en que uno hería ligeramente al otro, a veces los combates eran farsas para salvar la reputación y tras intercambiar un par de estocadas los dos contrincantes se daban por satisfechos, pero muchos duelos terminaban con la muerte de uno de los participantes.
Las autoridades tenían motivos para preocuparse por la proliferación de los desafíos, por lo que la legislación contra los duelos se hizo cada vez más rigurosa, reduciendo de poco a poco los mismos, aunque sin desaparecer nunca del todo.