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Arqueología

Información y hallazgos arqueológicos. Temas de interés sobre: Arqueología

Tiempo de lectura
03:03 min.
03/Ene/2012
Lo Que Nunca Viste

La maldición de Amon-Ra

La Princesa de Amon-Ra

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La Princesa de Amon-Ra, tambien conocida como la Sacerdotisa de Amon-Ra, vivió hace más de tres mil años en Egipto. Al morir, su cuerpo embalsamado fue depositado en un bello sarcófago de madera y éste enterrado en una cripta de Luxor, junto a la ribera del Nilo. A finales del año 1890, cuatro jóvenes adinerados de Inglaterra visitaron las excavaciones arqueológicas del lugar y tuvieron la posibilidad de contemplar el sarcófago de la princesa, recién extraído de su lugar de descanso eterno. Participaron de una subasta para adquirir dicho tesoro. Uno de ellos, fijo una suma convenientemente alta y pidió ayuda a unos nativos para trasladar el sarcófago hasta el hotel en donde se hospedaba. Algunas horas más tarde, el flamante propietario del sarcófago se internó solo en las arenas del desierto y no volvió a ser visto jamás. Al día siguiente, uno de sus tres compañeros perdió un brazo tras ser herido accidentalmente por el disparo de uno de sus criados egipcios. La maldición atacó a los dos amigos restantes cuando volvieron a Inglaterra. Uno de ellos descubrió que se encontraba en bancarrota y el otro fue afectado por una extraña enfermedad que lo dejó paralítico.
Algún tiempo después, y tras la misteriosa racha de infortunios, el sarcófago llegó a Inglaterra dejando un rastro de desgracias. Su nuevo dueño, un empresario del lugar, sería una nueva víctima de estos extraños incidentes. Un accidente fatal de tres de sus familiares y el incendio repentino de su propiedad. Como éste último caballero era muy supersticioso e inmediatamente le atribuyó las desgracias a la posesion adquirida, se deciso del sarcófago, donándolo al Museo Británico. La supuesta maldición, afectó tambien al vehiculo que lo transportaba, ya que el camión se puso en marcha de forma inesperada y atropelló a un peatón que nada tenía que ver con el asunto. Además, uno de los operarios que lo llevaba se rompió una pierna y otro murió a los pocos días por una enfermedad desconocida. Los problemas se agravaron cuando el precioso ataúd se colocó en la sala egipcia del museo: los vigilantes escuchaban golpes y sollozos que venían del interior del sarcófago. Piezas del museo se movían sin causa aparente. Se encontró a un guardián muerto durante la ronda y los otros dejaron el trabajo. Las limpiadoras se negaban a trabajar cerca de la momia. Finalmente decidieron trasladar la pieza al sótano para evitar problemas, pero ésta solución no surtió efecto, ya que uno de los conservadores murió y su ayudante cayó muy enfermo.
La prensa no tardó en enterarse de la situación y comenzaron a trascender versiones sobre la maldición de Amon-Ra.
Finalmente, el Museo Británico decidió desprenderse de la “Princesa”. Un coleccionista la compró y, tras la clásica cadena de muertes y desgracias, la encerró en el desván y buscó ayuda.
El “asustado” caballero acudió a nada más y nada menos que Madame Helena Blavatski, quien en ese momento era toda una autoridad en lo que se conocía como “ocultismo” de principios del siglo XX (hoy fenómeno paranormal). Al entrar en la casa sintió una presencia maligna emanar del desván. Descartó la idea del exorcismo y suplicó a su propietario que se deshiciera de ella con urgencia. ¿Pero quién, en toda Inglaterra, iba a querer comprar una momia maldita? Nadie. Afortunadamente, fuera del país surgió un comprador: un arqueólogo americano que adjudicó las desgracias a una cadena de casualidades.
El 10 de abril de 1912, el propietario consignó los restos mortales de la princesa de Amon-Ra en un barco que se disponía a atravesar el Atlántico con dos mil doscientos veinticuatro pasajeros: el trasatlántico clase Olympic R.M.S. Titanic.
Fecha
03/Ene/2012
Etiquetas
princesa Amon Ra momia embalsamado maldición enfermedad infortunios desgracias
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