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15/Mar/2011
Lo Que Nunca Viste

Un piloto uruguayo analiza el fenómeno ovni

Ricardo Zecca es piloto de de aerolíneas desde hace más de cuarenta años y en numerosas ocasiones ha recibido consultas acerca del tema ovni. Convencido de la existencia de vida inteligente, pero escéptico acerca de muchos de los tópicos en torno al asunto, el aviador desarrolló un interesante análisis que comparte con los lectores

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"Podemos no conocer la verdad, pero podemos pretender que la conocemos y esto es mentira."
PD Ouspensky

Para designar aparatos que vuelan y no se sabe bien lo que son, se emplean los acrónimos OVNI y UFO que significan lo mismo. Yo prefiero UFO, no por rendir pleitesía al english spoken sino porque de él se derivan dos términos imprescindibles en este "ensayo": ufología y ufólogos. Dicho sea de paso este capítulo, por designarlo de alguna manera, a diferencia de los otros no relata historias sino que se dedica a desarrollar algunas digresiones personales referente a un tema sobre el que frecuentemente recibo preguntas pues los amigos suponen que por ser aviador, debo tener gran conocimiento sobre OVNIs y UFOs.

No es un tema nuevo pues ya las más antiguas civilizaciones hacen mención a manifestaciones celestes extrañas -la estrella de Belén, por ejemplo - y a seres de otros mundos. El "Popol Vuh", libro pre hispánico de los mayas quiché hablaba de los "Señores subterráneos del inframundo". Ptolomeo, más próximo Huygens y ahora Sagan y la Enciclopedia Galáctica, han planteado ecuaciones que calculan las posibilidades de existencia de civilizaciones extraterrestres y de las eventuales llegadas de esos seres a nuestro planeta. Stephen Hawkings, considerado el heredero del trono intelectual que ocupara Newton, en una conferencia dada en el ámbito universitario británico y difundida por el Discovery Channel, afirmó no tener ninguna duda sobre la existencia de esas civilizaciones. Lo que también afirma es que de haber llegado sus enviados a nuestro planeta, hubiéramos tenido indudables noticias de ello pues se habrían comportado tal como Colón y sus colonizadores lo hicieron con la América indiana, es decir, como depredadores.

Hace casi doscientos años, Julio Verne en La Guerra de los Mundos y nuestro contemporáneo Tim Burton en la comedia Marte ataca, así lo imaginaron y transmitieron claramente.
Para los ufólogos estos números tendrían que ser lapidarios, pero para ellos la ufología no es una ciencia sino una religión, una cuestión que es más de tener fe, de creer que de saber pues por parte de los adláteres hay una aceptación automática, espontánea de las afirmaciones de los gurúes. No tengo por qué dudar de la capacidad intelectual de los seguidores de esta corriente ufológica ni de su convicción pues la fe y la inteligencia conviven en el hombre desde que el mundo es mundo. Lo que sí pongo en duda es la honestidad de algunos, no todos, de los directores espirituales que evidentemente están medrando con lo que para ellos no es una religión sino más bien un negocio.

A esta forma particular de los ufólogos de aceptar "la realidad", no puedo menos que compararla con algo que está muy íntimamente vinculado a mis actividades profesionales, las investigaciones de los accidentes aéreos. Partiendo de la base de que cualquier investigación insumirá mucho tiempo y dinero, ningún investigador se permite hacer afirmaciones vinculadas al caso que no estén confirmadas por los hechos y la ciencia. En estas investigaciones se busca el "por qué" y a partir de él, tomar las medidas para evitar que el incidente vuelva a repetirse.

El caso del accidente del TWA 400 es tomado como paradigma. Este vuelo destinado a París, poco después del despegue de JFK explotó en el aire y cayó en el mar próximo a la costa de Long Island. Volaba a 15.000 pies con cielo despejado, por lo que fue claramente visible. Todos los testigos coinciden en lo de la explosión y sobre esos informes se elaboraron una serie de teorías primarias: colisión y atentado fueron descartadas rápidamente y la que perduró fue la de un misil disparado accidentalmente desde un barco de la US Navy. Esta hipótesis, negada permanentemente por el Pentágono, fue la más aceptada durante mucho tiempo, sobre todo por la promoción que le dieron en Francia las autoridades, prensa y público en general. Para que ello ocurriera, se unieron el hecho de que la mayoría de las víctimas fueran francesas y el tradicional anti- norteamericanismo de los galos que a partir de la V República había sido uno de los íconos de la política de De Gaulle. Las actitudes y reclamos del General a sus aliados británicos y norteamericanos habían conformado un ámbito de relacionamiento ríspido, motivo de infinitos comentarios y escritos al respecto, que llevaron a que Francia se negara a integrar la OTAN y creara su propia Force de Frappe.

La investigación llevó cuatro años e insumió fortunas pues, pedazo por pedazo de los miles en que se había convertido el avión y que estaban desparramados en una enorme área del fondo oceánico, fueron recuperados y el avión reconstruido como una gigantesca maqueta. Finalmente descubrieron que efectivamente había sido derribado por una explosión pero que nada tenían que ver terroristas ni misiles: entre los kilómetros de cables de la instalación eléctrica del Jumbo que fue reconstruida, identificaron un tramo de dos centímetros que tenía una falla en su aislación. Era parte de un medidor de combustible del tanque central y una chispa producida allí había provocado la explosión de los gases y la consecuente destrucción del avión. Ese fue un hecho comprobado científicamente que llevó a que ese pedacito de cable fuera revisado y cambiado en todas las aeronaves Boeing, muchos miles, que estaban volando en el mundo.

Hay accidentes en que las investigaciones no pueden llegar a conclusiones, por ejemplo, todavía está pendiente la relativa al Air France que cayó en el Atlántico. Pero a ninguna autoridad de aviación civil o fabricante, se le ocurre emitir una opinión antes de poder confirmarla por medios científicos. Es más, existen antecedentes de investigaciones complejas, largas en tiempo y gastos, que no pudieron llegar a ninguna conclusión verificable y entonces el veredicto de la comisión dictaminó una "causa probable" o, simplemente, "no se ha podido determinar la causa del accidente". Lo que nunca se ha reconocido como cierto es un hecho o factor que no ha sido comprobado por todos los medios posibles.

Completamente distinta es la posición de los ufólogos que están en el otro extremo del proceso intelectual, pues a aquello a lo que no le ha podido encontrar una explicación - y me atrevo a agregar "inmediata" porque nunca hacen investigaciones profundas- le atribuyen un origen extraterrestre y a partir de allí, todo lo que el gurú predica, la parroquia lo acepta por bueno. Además, cuando se ha demostrado fehacientemente que la verdad de ellos es una patraña, se han limitado a ignorarlo y continuado fieles a sus creencias. Se ha puesto en evidencia que infinidad de fotografías y testimonios con los que soportan el dogma son falsificaciones, a veces bastante burdas y siempre hechas de mala fe. Son incontables los casos de fotografías que en su momento fueron evangélicas, en que un análisis somero alcanzó para demostrar que se trataba de montajes o para encontrar el hilito del que colgaba el presunto plato volador.

En este rubro, el caso más significativo quizás sea el vinculado al Área 52 de Roswell la cual, según los adeptos al tema, es el centro de la actividad ufológica del gobierno de los Estados Unidos. Hace unos años se dio a luz, publicó en todo el mundo y emitió por todos los canales de TV, lo que sería la prueba irrefutable de la existencia de los extraterrestres: se trataba de un video en el cual se puede ver a un grupo de médicos realizando la autopsia al cadáver de un ET que durante mucho tiempo había sido celosamente guardado en Roswell. La validez de este video duró lo que un lirio porque no resistió al más mínimo de los análisis que demostró que todo era una gran mentira. El supuesto ET era un muñeco de hule y las vísceras que le extraían, tripas de pollo. Sin embargo, los ufólogos recalcitrantes no se inmutaron y siguieron con su fe, a pesar del revolcón que la tecnología les había dado.

No es necesario ir tan lejos, a Roswell, para encontrar situaciones de mentiras descubiertas y que han sido olímpicamente ignoradas. El establecimiento de "La Aurora" en el departamento de Salto, tiene fama de ser la puerta de entrada de todo lo que es la actividad extraterrestre en la región y los seguidores, a cuerpo muy gentil y descubierto, dicen que ha sido visitado Neil Armstrong y muestran una campera Alfa de aviador que él habría dejado como recuerdo. No es necesario aclarar quién es Armstrong, todo el mundo sabe que es el primer hombre que pisó la luna y por lo tanto, una autoridad dentro del ámbito espacial estaría avalando la importancia de "La Aurora". Lo que no dice este grupo de gente es que la NASA oficialmente ha desmentido que Armstrong haya estado allí, por más que muestren una campera y juren y aseguren que era de su propiedad.

El Instituto Gentenatural respecto a La Aurora afirma y publica:

En Uruguay también habría entradas al intramundo aunque algunas son definitivamente de carácter dimensional, como las que se abren ocasionalmente en la estancia La Aurora en Salto. En esta estancia, cuyo suelo es rico en cuarzos y cristales diversos, llega a concentrarse cada cierto tiempo una energía la cual colapsa el espacio tiempo, abriendo una puerta o ventana dimensional a través de la cual los extraterrestres salen con sus naves o se proyectan y suelen percibirse en los alrededores seres de luz o siluetas luminosas con las que se puede establecer un contacto. Allí no habría una ciudad intraterrena llamada Aurora, pero sí un portal interdimensional con el que se puede conectar con otra realidad quien ha despertado sus potencialidades y posee la vibración adecuada.

Los juicios y comentarios los dejo para usted, ilustre lector, mientras confieso que mis potencialidades aún no han despertado y por ello no siento ningún tipo de vibración.

Pero el sancta santorum de la ufología indudablemente es el Triángulo de las Bermudas, área de un millón de kilómetros cuadrados, comprendido entre las Bermudas -no podía ser de otra manera- Fort Lauderdale y Puerto Rico y sobre el cual Pauwells y Bergin han escrito el emblemático "Retorno de los Brujos". El Triángulo sería un gigantesco maelstrom creado por los ET para absorber humanos que en barcos y aviones se atreviesen a cruzarlo. Es cierto que en ese área la estadística muestra una desmesurada cantidad de desapariciones, pero en lugar de buscarles una explicación racional, optan por la sencilla. Es una zona difícil de navegar por el clima, corrientes marinas, sargazos y burbujas de metano, en la que confluyen muchísimas naves y aeronaves pequeñas y equipadas inadecuadamente para operar en esa área pero ello no importa: la culpa la tienen los ET. ¿Por qué esas naves desaparecidas no aparecen? Simplemente porque no se les busca exhaustivamente. Se sabe con nombres y fechas, de muchos galeones repletos de tesoros hurtados de las colonias que están en esos fondos marinos. A estos se les ha buscado y se siguen buscando invirtiendo en ello grandes fortunas y sin embargo tampoco aparecen porque los fondos, los sargazos, las corrientes, hacen muy difícil la tarea. ¿Qué queda para un pequeño avión o yate que además no ofrecen recompensas? Los grandes jets que vuelan permanentemente el Triángulo serían presas codiciadas, pero de ellos no ha desaparecido ninguno.

El Vuelo 19 estaba integrado por una escuadrilla de Avenger TBM al mando del Teniente Taylor. En diciembre del 45 desapareció después de mantener una comunicación radial con su control, cuya grabación los ufólogos interpretan como el relato de la captura que estaban sufriendo a manos de los ET. En el otro extremo, profesionales de la aeronáutica afirman que ese relato concuerda con la descripción de una desorientación espacial, fenómeno psicofísico muy conocido por los aviadores, provocada posiblemente por una falla de instrumentos en condiciones meteorológicas especiales.

Referido a estos casos, Serafín G. León en "Ciencia vs. Literatura", habla de "exageraciones, especulaciones y no poca charlatanería de lectura absorbente".

Durante años con los cargueros volé en esa zona y cuando en charlas de amigos me preguntan si allí me ocurrió algo extraño, les relato esta anécdota que compartí con El Tatín, ocasional copiloto. Mi ruta iba de Gander a La Habana y estaba a medio camino, precisamente en el centro del Triángulo; volaba a 37.000 pies entre grandes cúmulos cuyas torres me obligaban a cambiar frecuentemente de rumbo para esquivarlas y a veces estaban tan próximas, que no podía evitar meterme dentro de una de ellas. En esas circunstancias, súbitamente apareció al frente un objeto que estuvimos a punto de embestir y que, para nuestro asombro, con El Tatín identificamos como un bote en el que un robusto marinero remaba entusiastamente; antes de que pudiéramos captar más detalles, el bote se perdió oculto por un Charlie Bravo. Cuando comparamos observaciones, coincidimos que se trataba de un remero bogando a los doce mil metros de nuestro nivel de crucero.

Por supuesto que toda esta historia es mentira, al punto de que en la empresa nunca hubo un copiloto apodado Tatín, pero a mí me era útil para, sin decirles a los curiosos "déjense de joder", decirles que no jodieran.

Era una reunión social de aviadores, a la que varios habían concurrido acompañados por sus esposas. Uno de los pilotos comentaba que la noche anterior, mientras volaban en un cielo despejado y sin problema alguno, avistaron al frente una luz brillante y de colores cambiantes que se les aproximaba. Rápidamente analizaron una maniobra evasiva que en definitiva no fue necesario realizar porque la luz, a una velocidad de asombro, se posicionó en la punta del ala izquierda. El brillo no les permitió a los pilotos distinguir contornos. La luz subía, bajaba, se adelantaba, cambiaba permanentemente de posición con velocidades y trayectorias incompatibles con cualquier tipo de aeronave conocido. Los pasajeros, según el piloto, también fueron testigos del avistamiento y la tripulación de cabina, asustada como ellos, se la vio de figurillas para calmarlos. Después de un rato de ir y venir, la luz aceleró y a una velocidad y ángulo de ascenso disparatados, desapareció con la misma imprevisión con que había llegado.
Las señoras escuchaban el relato del piloto sin perder palabra, pensando en los peligros que sus esposos enfrentaban en el trabajo y una de ellas, comprensivamente, preguntó a la cónyuge del narrador qué le parecía la aventura que acababa de vivir su marido. La esposa, después de hacer una pausa silenciosa, dio un sorbo a su copa de champagne y sin siquiera sonreir sentenció:

Con seguridad, a ese plato volador lo manejaba una marciana.

El desiderátum, non plus ultra de los eventos UFO son las abducciones que consisten en el traslado, a veces buscado y otras forzoso, de un humano a un plato volador o a otro planeta. En estos casos, las posteriores declaraciones de los abducidos que regresaron de la aventura, nos dicen que fueron sometidos a exámenes médicos, tests sicológicos, interrogatorios varios y hasta les hicieron mantener relaciones sexuales héteroplanetarias. Esto último es una referencia concreta sobre la morfología de esos seres pues para ello, los ET macho y hembra involucrados no podrían ser microscópicos ni gigantescos, tampoco formaciones ionizadas ni esferas plasmáticas: a semejanza de los humanos debieron ser de carne y hueso o algo parecido y estar respectivamente provistos de pene y vagina de dimensiones concordantes. Se ha comprobado también que abducciones han sido utilizadas como justificativos para ausencias al hogar y embarazos intempestivos.

Es frecuente oír de boca de los ufólogos que la física cuántica, con sus estudios sobre las múltiples dimensiones y viajes a través del tiempo que ha descubierto, no hace más que explicar lo que ellos hace tiempo pregonan. Es fácil hacer afirmaciones de ese tipo porque los especialistas en ese tema son pocos y por lo tanto, a los legos no nos queda otro recurso que callarnos la boca. En mi caso particular, ni siquiera se lo qué es un quantum. Es una lástima que Einstein no viva porque sería interesante saber su opinión sobre quienes niegan su relatividad y E=mc2.

Concreto mi posición respecto a los ET: estoy convencido de que efectivamente existen y, en la línea de Hawking y Sagan, sigo a la espera de que alguien demuestre que han llegado al Tercer Planeta.

Mientras tanto ¡je m´en fous!

fuente:montevideo.com.uy
Fecha
15/Mar/2011
Etiquetas
piloto uruguayo aerolíneas fenómeno ovni Ricardo Zecca vida inteligente
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